Una chica-gatita se ve forzada a montar un pequeño caballo de madera, los tobillos atados atras con sus entrepiernas evitan que tenga ningún contacto de apoyo sobre el suelo, lo único que sostiene el peso es su sexo húmedo. El dolor y el placer le llevan a la locura.
domingo, 17 de noviembre de 2013
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Maleficarum
Maleficarum - Boliviana 2011
Bueno antes que nada un saludos a todos dando de antemano una cálidad bienvenida a mi blog.
En esta ocación la reseña se trata de un largometraje de ficción boliviano independiente titulado "Maleficarum"
En esta ocación la reseña se trata de un largometraje de ficción boliviano independiente titulado "Maleficarum"
SINOPSIS:
Sin adentrar demasiado en la historia, para aquellos que deseen verla, trata sobre dos jóvenes mujeres que se ven apresadas por la inquisición española bajo un panorama nada faborable y refleja las más terribles torturas que azotaron a miles de mujeres y hombres de la época.
MAICOLD JUZGA:
Bueno a ser sincero, y algo que seguramente no he mencionado antes es que soy estudiante de comunicaciones e instuctor de diseño y producción audiovisual. Lo cual me ha permitido forjar un relativo criterio sobre la producción de cine; sin embargo, aclaro que esta reseña es completamente subjetiva y enfatizo que lo que para unos puede ser bueno para otros no, así que dejo fuera las consideracioenes objetivas. Espero puedan ver la producción para lo que procuraré no adentrarme en aspectos de importancia en la historia.
Bueno adentrándome en los aspectos relacionadas a temáticas BDSM, sinceramente no es un buen ejemplo de lo que pudiesemos tomar como referencia; mas sin embargo, creo que es un exelente ejemplo de lo que refleja los más oscuros orígenes de las prácticas aparejadas al sadomasoquismo actual. La película cuenta con un alto contenido explícito, tanto en aspectos de crueldad como en eróticos. Lejos de ser una producción que nos haga fantasear con el erotismo, es enrealidad cruda e incita a la reflección de lo penosa y estúpida que era la realidad de aquel entonces.
Me parece interesante la propuesta del director y de la construcción del guión; aún así, creo que es una propuesta que tenía para explotar más aún y sin alargarla tanto. En lo personal considero que la construcción de los planos o tomas es a un ritmo exageradamente lento, y vemos una serie de repetición de situaciones que a mi juicio son innecesarias desde el punto de vista narrativo. Si bien las situaciones de tortura son bastante explíctas y crueles, se alargan en tomas exageradamente largas por lo que nos podemos aburrir de ver la misma toma sin cambios durante varios segudos pudiendo en su lugar variar las tomas que pudiésemos observar para disfrutar de algo más sentimental.
Las actuacciones además son de lo más sobre actuadas, algo que pudo haber sido corregido por el director en su momento. Sin embargo, tenemos la actuación de Amy Hesketh quien, apesar de su inexperiencia justificada con el uso del español la hace despuntar por mucho lejos de sus colegas en la producción.
El desarrollo de la trama es relativamente monótono, aunque debo admitir que el realismo que se impregna en algunos momentos está muy bien realizado, y quizás pese a lo largo de las tomas, esa misma sensación de desesperación nos impregna. A ratos deseaba que terminara ya pero no era en un mal sentido.
Considerando también para todo esto, que es una película boliviana que esta marcada por contar con limitados recursos de producción, pero pese a ello creo que genera la intención del director.
Considerando también para todo esto, que es una película boliviana que esta marcada por contar con limitados recursos de producción, pero pese a ello creo que genera la intención del director.
A continuación les dejo el link de la película por si desean verla, recomiendo mucha discresión, puesto que contiene escenas bastante fuertes.
De los dos videos que aparecen en la página es el segundo. el de arriba es solo spam, así que ignórenlo.
VER PELÍCULA MALEFICARUM AQUI
Caballo de madera - asiática
MIRA EL VIDEO AQUI >> Asiática montando el caballo de madera (Wooden Horse)
Este es quizás el video, de lo poco que he podido encontrar relacionado al Caballo de Madera, que más me agrada. Vemos a una japonesa montando un enorme caballo de madera, debo admitir que su situación me inspira y me inspiró desde el principio para observar, investigar y crear más sobre la monta del Caballo de madera. Un aplauso para el japonés loco que hizo este video, y para la chica que aguanta esa posición de forma tan sumisa y sensual.
Pasión
La chica aprisionada en una posición tanto más incómoda. Los pies atados tobillo con muslo, y estos a su vez a la argolla que soporta su cuerpo. Si bien el borde superior de este caballo de madera es romo, todo el peso descanza sobre la parte delantera de su sexo. El vibrador, además, hace su trabajo en el interior haciéndole derramar placer por la madera oscura. Las tenues velas rojas alcoban todo el cuadro que su amado observa con placer. La hermosa chica está en sus manos, atada por su amor y su pasión, a su cuidado. Ella se ha convertido en su delicada flor expuesta y el en su protector. ¿Cuánto tiempo durará esta vez la tortura?
Incertidumbre
La
dulce y hermosa chica está a merced de su amado. Se sostiene en
puntillas sobre el suelo, parándose por sobre el caballo de madera que
le aguarda con un vibrador. Luego de sentarse, dejando entrar el
vibrador en su sexo no habrá marcha atrás y se da un leve respiro antes
de acomodarlo dentro de sí. Sin duda ver así a mi novia me volvería loco
.Por suerte, ella en el futuro está dispuesta a cumplir este relato :)
domingo, 3 de noviembre de 2013
Piel Contra Madera (Wooden Horse relato)
I
Afuera
el invierno congelaba los huesos de los transeúntes abrigados que apresuraban
el paso para llegar a sus casas luego del trabajo. La habitación, por otro
lado, estaba cómoda y confortable por las llamas de las velas rojas apostadas
por todo el contorno de la habitación sobre las repisas y muebles, generaban
ese calor delicioso que invade la piel cuando el invierno está en pleno apogeo
y el fuego está cerca. Además, las pequeñas llamas como única iluminación en la
habitación proyectaban en las pulcras paredes ese amarillento y sensual
ambiente que aceleraba aún más el corazón de aquella pareja.
La
cena había estado llena de sonrisas y una agradable charla sobre sus sueños y
metas a lograr juntos, las miradas picarescas y las risitas traviesas habían
ocupado un grato espacio entre las copas de vino.
Ahora
el aroma del lomo horneado había sido sustituido por el intenso incienso que
humeaba paralelo a las velas, el sabor del seco baguette se había convertido en la cálida sensación de
sus lenguas enlazándose en esas leves
caricias a ojos cerrados, el suave desliz cortante sobre la carne había sido
sustituido por las caricias de los incisivos dedos del joven, que recorrían
lentamente como gotas de sudor ambos costados del vestido de la hermosa chica
de piel acaramelada.
El
cabello negro y lacio de aquella diosa humana caía ampliamente sobre su
espalda, limitado únicamente por la media cola atada en su cabeza, el largo
cabello se alzaba rozando su cuerpo partiendo de la inclinación que la chica
estaba obligada a tomar para alcanzar los labios altos del amado, llegando
hasta una cuarta debajo de su cintura. El vestido ajustado color escarlata
había sido seleccionado por ella con mucho cuidado, estaba ajustado sobre su
piel contorneando su figura, el escote revelaba parte de sus senos en una
sensual forma de “V” un tanto abultada que simulaba la parte inferior de un
corazón simbólico, llegando el vértice inferior hasta unos centímetros abajo del contorno de sus colinas. Además,
dejaba a la vista claramente en el cuello la cinta negra con un bonito cascabel
dorado que le adornaba. El escote en su espalda, como dice aquel cantante de
letras bastas: “llegaba justo a la gloria”.
No habría otra frase más exacta para describirlo. Apenas aquel vestido cubría
no más de unos cuantos centímetros por sobre sus piernas, las piernas estaban
cubiertas por unas medias delgadas de algodón que cubrían desde los pies
descalzos hasta arriba de las rodillas; eran negras completamente, a excepción
de una franja blanca a unos cinco centímetros del borde superior, también con
ese grosor. Sobre el fino piso de madera pulida se ponían en puntillas los
lindos pies para alcanzar mejor aquel beso apasionado. Pronto aquella postura
estaría nuevamente adoptada; quizás si hubiese experimentado la razón antes
habría ahorrado la fortaleza en los músculos, pero aquella semana cuando
hablaron ambos amantes, del tema, decidieron que fuera una primera experiencia
pura y desconocida, sin prueba alguna previa.
El
joven hacía caer su respiración sobre la chica a medida los besos y los roces
se intensificaban, tanto los que hacía sobre el contorno de la chica, como las
que ella le proporcionaba en la nuca entre el cabello castaño, con sus
delicadas manos que se alzaban por sobre los hombros del joven. Él Había dejado
ya de lado la corbata que dos horas atrás le apretaba el horario en el trabajo,
y ahora la camisa negra estaba con los
tres botones superiores destrabados dejándola entreabierta y mostraban la piel
blanca bajo su cuello y un collar de hilo negro con un atrapa sueños de tela
negro por pendiente.
El
amante, luego de cenar, había entrado a su habitación y cambiado el incómodo
pantalón formal que sofocaba la cintura durante el día por un holgado pantalón
de cintura elástica, tan oscuro como su camisa. Luego de ello había encendido
las catorce velas de vaso en la habitación y los inciensos. Previamente en las horas de almuerzo de su
trabajo había llegado a preparar la habitación acomodando el lugar para que
hubiera espacio suficiente y que la cama King no interfiriera en la peculiar
jornada apasionada que tomaría lugar aquella noche con su amada esposa.
Las
caricias se intensificaban a medida los segundos transcurrían, los roces de los
dedos del joven recorrieron desde las costillas de la bella mujer hasta las
caderas llegando justo a la orilla de su vestido sin tocar sus piernas ahora se
habían convertido en un conjunto de tres dedos que jugueteaban en el vaivén
incendiario, subiendo y bajando.
Los
nervios estaban apoderados de ambos: excitación si bien es cierto, pero aquella
noche cumplirían una de sus primeras fantasías como amantes. Pese a que habían
hablado mucho sobre lo excitante del tema, ahora los nervios mezclados con
pasión, deseo y ese miedo curioso se hacían más latentes en la respiración de
ambos.
Liberándola
de la intensidad del sabor compartido del vino en sus lenguas el joven se
deslizó fuera de la dulce boca de su musa de los sueños para darle una probada
al cuello, al instante la chica dejó escapar un gemido profundo, casi ahogado desde
el pecho. El sonido de los besos en la piel del cuello con el sonidito del
cascabel se sumaba además a las sensaciones de la lengua lenta y exploratoria
de su apasionado esposo en la piel. Las manos de la chica ahora se metían entre
el cabello de aquel hombre aferrándose a él mientras le deslizaba los besos
hacia el centro del escote. Su respiración se intensificaba cada segundo, sus
latidos le hacían delirar de cada huella que su amado dejaba en la piel, el
placer le hizo arquearse hacia atrás justo cuando él colocó las manos tras su
cintura para sostenerla. Los besos volvían a subir por el centro de su cuerpo
hasta posarse entre deslices de la lengua bajo la quijada ahora expuesta
recibiendo besos apasionados.
El
hombre deslizó una de sus manos por delante de la cintura de su tierna esposa,
y le hizo dar media vuelta recorriendo el contorno de su cuello aún con los
labios. La chica sintió la intensa respiración de su amado cerca de su hombro
mientras notaba cómo las manos cariñosas y grandes se le atrevían hacia el
frente para acariciar su figura. Le excitaba cómo su hombre le rodeaba con los
brazos y le apretaba contra su pecho. Por su posición, no podía más que
permitirse tocarle las caderas haciendo sus manos atrás, pero la camisa que
lleva por fuera su querido, le permitió acariciarle parte de su piel al meterse
bajo esta.
La
mano izquierda sujetó su vientre hacia él y la otra mano traviesa no se decidía
entre el cuello descubierto y los senos bajo el vestido escarlata. Ella se
sentía aprisionada entre sus brazos, le gustaba esa sensación, el sentirse
atrapada, tierna inocente a manos de su lobo, estando a su merced, ella se
sentía segura; teniéndola a su merced él sentía esa dulce satisfacción de
protegerla, de cuidarle e instruirle en las artes del amor y la pasión, ese
sentimiento firme en el que sabía que ella entregaba la piel a su dueño y él
entregaba cuidados a su dueña.
Se
habían interesado en las prácticas de bondage tiempo atrás, cuando él había
descubierto de qué iba aquel tema. Aunque muchos hablando del tema calificarían
aquella relación como “Un par de locos” ellos comprendían que en realidad ambos
eran dueños del amor y la pasión completa y entregada del otro.
A
la morena se le escapó un suspiro entre sonrisa tan pronto sintió los tirantes
del vestido hacerse a ambos lados de sus hombros; las manos de su esposo enredadas
en los tirantes bajaban suavemente por sus brazos, sintió cómo cada poro rozaba
con las cálidas manos y las imaginaba acariciando otras partes de su cuerpo, mordió
su labio suponiendo las imágenes que vendrían luego.
El
vestido rojo se precipitó hacia el suelo sobre las medias oscuras en cuanto la
parte más ajustada rebasó la parte anchura bajo el abdomen. Las manos del joven
la sostuvieron firmemente de las caderas por sobre el fino cachetero de
lencería negro como el braceare, ambos ahora expuestos ocultando únicamente las
más sensibles pieles de la diosa.
La
haló hacia sí, y ella pudo sentir rozar contras sus asentaderas un volumen que
resaltaba de enfrente del joven, ello le hizo encenderse mucho y liberar una
sonrisa. Normalmente hubiera querido que le hiciera el amor sin más; sin
embrago, aquella noche algo más había sido preparado, y estaba también ansiosa
por experimentar nuevas sensaciones, así que con una sonrisa se abstuvo a ser paciente.
Tras un profundo chupetón que su amado le proporcionó a su cuello, notó como su
braceare se soltaba de atrás y era removido por las manos tibias, dejando sus
redondeados y lisos senos canela
expuestos al aire limpio y cálido de la habitación. Luego las manos que le
desnudaban se posaron a distancia frente a los senos y empezaron a dibujar con
roces círculos en lo amplio de la piel. Las manos le provocaban un cosquilleo
superficial, pero también notaba cómo evitaban intencionalmente sus pezones
color chocolate. Ahora empezaban a endurecerse reclamando caricias. El joven
disfrutaba aplicando estas torturas del deseo, haciendo a la chica añorar cada
caricia hasta el punto de implorarla, y verla extasiada cuando finalmente
concede su capricho, aunque le torturara por unos instantes, él solo lo hacía
para hacerle disfrutar más del momento en que la sensación finalmente era
sentida.
―Te
amo ―susurró dulcemente a su oído la voz de su amado. Ella volteó dejando
expuesto su cuerpo frente a él y le miró fijamente a los ojos.
―Te
amo ―dijo dulcemente mientras soltaba una tierna sonrisa, aquella que siempre le
prendía el corazón cada día a tan enamorado esposo. Se acercó a su cabeza y dio
un beso en su frente, en ese momento ella se sintió expuesta, vulnerable, suya,
amada; él se sintió complacido, responsable, decidido a cuidar de su dulce
amada. Tras mirarse agitados por un instante le rozó el ombligo con un dedo,
ella sumió la panza ante el cosquilleo:
― ¿Estás
lista mi diosa, quieres hacerlo? ―dijo el amante mientras su semblante se
tornaba un tanto más preocupado.
― Lo
deseo mi amor ―dijo la chica con un semblante más dulce aún. ―estoy en tus
manos, deseo estar a tu cuidado.
―Así
será mi diosa ―dijo el joven mientras se movía hacia uno de los muebles
cercanos y cogía unas sogas delgadas de yute, de unos siete milímetros de
grosor enrolladas en varios rollos de distintas longitudes. ―primero lo
primero.
La
chica sonrió ante el comentario e instintivamente se dio vuelta dando la
espalda a su amado, quien desenrollaba uno de los royos de soga. Las sogas eran
de una tonalidad café claro y estaban hechas de fibras naturales de yute, eran
lisas y se dibujaba a lo largo de la soga una espiral característica cual si
fuera una soga de amarre naval, pero a mucha menor escala. El joven tomó el
cabello largo de la joven y lo movió sobre su hombro derecho.
La
chica cerró sus ojos con impaciencia y sintió los latidos de su corazón acelerándose.
Colocó las manos tras la espalda colocando cada mano en el codo del brazo
contrario. La primera sensación fue la de las sogas siendo colocadas en el
centro de su espalda para unir sus dos antebrazos “Una, nos tres vueltas” contó
mientras el cosquilleo de emoción le invadía los labios en una pequeña sonrisa
contenida. Tras un instante la soga le afianzaba firmemente ambos brazos juntos
y el extremo doble de la misma salía desde el amarre hacia el brazo un poco
abajo del hombro; la soga luego era hecha pasar por enfrente de sí presionando
justo sobre la parte superior de sus senos para volver a su espalda al otro
lado de su cuerpo. Tras volver al entro hábilmente su amado hizo otro nudo y
devolvió la cuerda por donde venía, haciéndole pasar la cuerda nuevamente por
sobre sus senos volviendo nuevamente a su espalda por su lado derecho. Su
protector, repitió el proceso dos veces más; sin embargo, ya no pasó las sogas
por la parte superior de su pecho, sino debajo de los senos, apretando,
haciendo que éstos se levantaran y salieran por el hueco que las cuerdas
generaban. Esta sensación le gustaba, sentir esa presión constante en sus
pechos los ponía muy sensibles, el mínimo roce la excitaba después de eso. A él
simplemente le encantaba, la visión de su hermosa amada entregando su piel a
sus manos, le gustaba pensar que aquellas sogas que la apretaban representaban
el amor que él le brindaba: Atándole, apretándole, aprisionándole, encendiendo
sus deseos más oscuros y a la vez inocentes. Tras un par de ataduras más las
cuerdas habían pasado desde su espalda por sobre su hombro izquierdo
atravesando las sogas ya atadas justo en el centro de su pecho, anudando un
poco en una espiral cuando vuelve subir sobre el hombro derecho de la prisionera
de amor, para terminar con otro nudo en la espalda. El roce de los textiles le creaba
en la piel esa sensación de abrazo, un abrazo creado por extensiones físicas
del deseo de su amante. Las cuerdas levantaban y presionaban sus pechos, la
sensación era embriagante. “Es curioso” pensó la hermosa chica “Dicen que en la
guerra y el amor todo se vale; si bien en la guerra hay prisioneros de guerra,
en el amor hay prisioneros de amor…” La idea le enterneció por un instante el
corazón “Nunca me dejes ir” sonrió para sí.
II
El
arnés de sogas de yute que sostendría las manos atadas en la espalda y le
permitiría ser suspendida desde la argolla metálica que su amado había
instalado en el techo frente a la cama tiempo atrás estaba listo, ahora sí que
su corazón se aceleraba a mil por hora. Sabía lo que seguía a continuación. Ella
le había dicho que le llamaba la atención cuando él lo propuso, ahora estaba
preparada y quería sentirse aprisionada, adolorida, excitada hasta la locura,
mientras pensaba en estas cosas su amante salió un instante de la habitación
para traer el artefacto. Cada instante que tardaba le hacía impacientarse más,
desearlo más, temerle más encenderse más.
Entre
ruido y rastras finalmente el objeto entró en la habitación, halado por el
joven, el mismo se había tomado la tarea de construirlo, ahora estaba frente a
ella. La joven mujer no lo había notado pero el sí, ella empezaba a jadear con
solo la presencia del objeto, la mirada era de deseo brillante, sin percatarse,
tenía también su labio entre los dientes.
El
caballo de madera había sido construido con madera de roble oscuro, el captor
mismo había hecho los cortes y lo había armado. Tenía un metro de altura desde
la base de las patas abiertas en cuatro hasta el vértice superior. Era un
caballo de madera de tortura, era una estructura con forma de cuña construida
de forma tal que las tablas formaban una letra “V” invertida, el antiguo método
medieval era terrible, a los condenados se les hacía sentar a horcadas sobre la
cuña del instrumento por horas e incluso días con enormes pesos colgando de sus
pies, lo que en un principio podía no ser tan molesto con el tiempo causaba
serios daños y dolor. Sin embargo, esta versión era mucho más condescendiente,
por otro lado en un extremo del objeto, sobresalía un vibrador negro de hule
fijado justo en medio del ángulo, sobresalía por unos 15 centímetros por sobre
el ángulo, su propósito era evidente. El ángulo del vértice superior no estaba
afilado, sino que el cuidadoso joven había limado el borde de forma que quedó
redondeado. Fue quizás el primer detalle que la chica se preocupó por observar
con detenimiento, para su satisfacción era como esperaba; aquello seguramente
evitaría que el dolor fuera intenso en tan corto tiempo, sin embargo, eso significara
que estaría sobre aquella montura por más tiempo soportable. Las patas del
objeto estaban abiertas hacia afuera y ya estaba situado bajo la polea de la
cual pendería la cuerda que la sostendría desde los nudos en la espalda.
Su
amante acercó un taburete y lo colocó a un lado del caballo de madera, era lo
suficientemente ancho para que ella colocara sus pies sobre él colocando un pie
a cada lado del caballo y ello mantuviera sus piernas abiertas sobre el mismo
sin cercanía a tocarlo con su suave piel, al menos por el momento. Antes de
ninguna otra cosa su amado se colocó de nuevo frente a ella se miraron por un
instante muy de cerca y se inclinó para besarla apasionadamente, sus manos
rodearon su cuerpo atado, acarició su silueta, bajó por las posaderas hasta
sostenerlas entre sus manos y separarlas halándolas hacia arriba, ella lo
sabía, sabía que su parte inferior estaría pronto sobre esa madera, estaba
nerviosa pero lo deseaba. Sin decir nada y mientras le besaba deslizó sus
labios desde la boca de la chica y dejó deslizar libremente su lengua desde su
boca por todo el cuello, pecho, plexo solar, ombligo y allí disminuyó la
velocidad de su caída, se ayudó de sus manos metiendo cada índice entre el
cachetero negro que aún conservaba su lugar, y empezó a deslizarlo hacia abajo
dejando al descubierto el sexo de su amada. Quitó por completo la prenda y ella
sintió el aliento de su amado sobre su piel sensible, se ruborizó; un gemido se
dejó escapar de su pecho cuando sintió la respiración intensa en la piel. El
joven sonrió y se alejó nuevamente, le torturaba con el deseo nuevamente.
―Eres
un malvado. ― Dijo la chica ardiendo en deseo y entre sonrisa.
― Pero
soy tuyo. ―Sonrió el joven ajustando el taburete y dedicando una sonrisa a su
amada. Ahora ella estaba completamente desnuda a excepción de sus piernas
cubiertas por las sensuales medias negras y su collarcito con el cascabel en el
cuello.
Le
ayudó a subir al taburete por la izquierda del caballo. Pasó la pierna derecha
al otro lado, y apoyó su pie en el otro extremo del taburete que sobresalía de
bestia de roble. Con el taburete quedaba muy por encima del caballo, más bien
solo le valió para subirse a él, además bajo ella a unos pocos centímetros
podía ver cómo se erguía firme el vibrador apagado.
― ¿Estás
lista mi amor? ―Preguntó a el joven acalorado.
―Lo
estoy mi vida, hazme parte de tus deseos. ―Expresó la chica cada vez más
prendida. El recién lo notaba, aún sin tocar el vibrador su vagina, ésta ya
estaba húmeda al borde de empezar a vaciar su femineidad sobre la madera nueva.
Ató
la soga desde la argolla en el tejado a las complejas ataduras en su espalda,
las dejó firmes y comprobó que soportaran el peso, Ella estaba por encima aún
del vibrador que sobresalía de la parte superior. Con cuidado le ayudó a bajar
del taburete para finalmente colocar sus pies en el suelo; en el proceso su
amante sostuvo el vibrador y lo ubicó justo a la entrada de su parte íntima, en
cuanto empezó a penetrar su húmeda cavidad notó que la punta era más grande,
además una curiosa textura de pequeñas burbujas le hacía sentir delicioso; el
gemido de entrada fue intenso y prolongado; finalmente, todo estaba dentro.
Ella lo notó en seguida, el vértice redondeado del caballo topaba justo en su
vulva, sin embargo su peso no caía aún sobre este, sus piernas estaban abiertas
forzadas por el ángulo de las tablas y se abrían en un ángulo de 45 grados,
quedaban extendidas sobre la madera que terminaba a eso de medio metro desde el
vórtice superior hacia abajo, las rodillas y el resto de la pierna caía hacia
el espacio que generaban las cuatro patas del caballo hasta alcanzar levemente
el suelo con los pies, en esa posición justo podía sostener el peso de su
cuerpo de puntillas sobre el caballo Aquella posición era excitante, atada en
su pecho, sus piernas abiertas y esa madera bajo su cuerpo esperando al
cansancio de sus pies, además, estaba el vibrador alojado en su interior; todo
junto para causarle sensaciones que jamás ha sentido. Por un instante sintió curiosidad
e intentó probar bajando su cuerpo sobre el caballo, notó cómo la madera lentamente presionaba su sexo y sus labios
parecían abrirse a los lados de la madera; cuando finalmente se dio cuenta, había dejado
caer su peso completamente, era difícil aguantar mucho así que se paró
nuevamente en la punta de los pies; pensó que le vendrían bien las energías
para soportar el mayor tiempo sin entrar en contacto. Había hecho un acuerdo
con su amado: después los primeros cinco minutos si ella bajaba una tan sola
vez su piel suave sobre la madera, éste le ataría sus tobillos a los muslos,
dejándola lejos de todo punto de apoyo, Como era una primera vez ella pidió que
fuera justo media hora, ni más ni menos, sin importar si le pedía que le bajase
luego. Para evitar las peticiones, se pusieron de acuerdo en usar una mordaza
de bola roja en su boca.
El
momento de colocar la mordaza llegó. La tomó del mueble donde antes estaban las
sogas y la colocó delicadamente en su boca La ajustó con la correa de cuero
atrás en la cabeza y devolvió el largo cabello a su lugar.
Dos
minutos y los pies aún soportan de puntillas, por un momento ella piensa que no
será algo difícil de sobre llevar. Su amante se acercó a ella y empezó a besar
suavemente su oreja, esto le excitó aún más. Se sentía tan atemorizada como la
primera vez que perdería su virginidad con aquel hombre tiempo atrás, ese temor
rico que le aceleraba el corazón, más que temor era intriga, deseo. Su amante
la apreciaba, la miraba allí hermosa, preciosa, en sus manos, atada. Con una
sonrisa picaresca encendió el control escondido en la parte de atrás del
caballo bajo éste. El vibrador inició su labor en el interior de la chica, el
primer impacto le hizo ahogar tras la bola un jadeo intenso y agudo, su
respiración se aceleraba más y más.
El
joven siguió recorriendo el cuerpo de la chica muy despacio con sus labios,
saboreaba cada parte de la piel desnuda, su cuello, su pecho, su vientre, sus
posaderas las piernas desnudas.
Seis
minutos transcurridos y la chica sabe que está fuera del margen para poder
descansar sus piernas, si sube ahora los pies y apoya su suave piel en el
caballo, no volverá a contar con el apoyo de sus pies, y estos empiezan a
cansarse, las lamidas de su esposo le ponen más nerviosa, le excitan le hacen
arder en su interior, pero también los músculos de sus pies ceden poco a poco
al cansancio.
Al
minuto diez, ya no logra aguantar el peso en sus pies, muy despacio quita la
fuerza de sus pies y empieza a apoyar sus mojados y suaves labios vaginales
sobre la madera redondeada, el vibrador se introduce aún más en su cavidad cálida.
Pese a estar redondeada el área no es demasiado grande y siente como justo la
madera separa sus labios a cada lado del ángulo dejando descansar su peso
finalmente sobre su parte inferior. Su amante lo nota y acude al convenio, toma
las sogas extra y tomando su tiempo ata las piernas de la joven en posición de
rana uniendo sus tobillos a sus muslos, la chica cierra sus ojos, y empieza a
emitir sonidos apasionados, jadea por la presión en su concha, no muy duro al
principio, durante unos minutos es soportable, pero cada vez los jadeos se
intensifican más. Sus pezones están más duros que nunca, desean ser tocados
también, desean disfrutar aquellas sensaciones.
Para
el minuto 15 La madera está completamente acoplada en su sexo, la siente afuera
en la presión entre sus labios y las ingles, y siente cómo por dentro el
vibrador arremete contra sus sensaciones, tiene todos estos sentimientos en
manos de su amado. Empieza lentamente a moverse cambiando de posición, a veces
apoya el peso sobre el espacio entre su vagina y su ano, a veces sobre su ano,
y así en un vaivén de movimientos en el que la vibración saca sus más profundos
y gemidos, se mueve como si realmente montara a un caballo, cabalgando en el
placer. El sonido del cascabel en su collar se hace cada vez más intenso. No
está sola, su amado se ha quitado la camisa y le besa todo el cuerpo, mientras
ella gime, él la acaricia, mientras el dolor le despierta, sus bezos le
relajan. De pronto la velocidad del vibrador ha aumentado, una oleada de placer
la envuelve.
En
ese momento para él, aquella es una figura divina, la diosa, su diosa a
horcadas sobre aquel artilugio construido con sus propias manos. Aprisionada a
su pasión, a su amor, inmóvil recibidora de sus besos, su lengua y sus caricias.
De vez en cuando ella lo mira a los ojos, y se difumina su expresión, entre
“por favor detenlo”, y “hazme lo que desees, no pares” Las manos se las desliza
por el cuerpo entero, sobre sus caderas, sus piernas, sus senos, el calor de la
situación ha hecho que ella empiece a transpirar, a humedecer su piel con
gotitas hermosas que brillan por toda su piel, él las acaricia, las bebe, las
disfruta.
Para
los 20 minutos ella está extasiada, su respiración se ha convertido en una frenética
serie de movimientos y sonidos sordos por la bola roja en su boca, sus ojos se
cierran y su ritmo cardíaco está en llamas, la transpiración le ha empapado el
cuerpo y la frente, los labios de su amado aprisionan sus senos y aprietan las
aureolas de sus pezones, esta sensación le hace retorcerse sobre el caballo,
repentinamente el vibrador aumenta sus vibraciones, y un chillido de placer le
hace volverse hacia atrás. Nuevamente, y un chillido de placer le hizo volverse hacia atrás. Él la
observaba admirado. Pese a su estado aprisionado, delicado y a su posición
vulnerable pareciera estar iluminada por su propio brillo, apostada allí en un
profundo ritual de pasión. Decidió acercarse a ella y retirar la mordaza, ella
le miraba con tiernos ojos serenos. Cuando finalmente la retiró sus primeras palabras
le acariciaron el alma.
—Te
amo. —le dijo la empapada chica con respiración agitada, sus ojos se prendieron
uno en el otro.
—Te
amo. — le respondió su amado con ternura y se unió a ella en un profundo beso,
aquel beso dejaba escapar de entre su voz sus dulces gemidos, ahora libres a
salir de su voz a voluntad. Acariciaba su cabello mientras sus lenguas
jugueteaban en un acalorado beso. Las piernas separadas de la chica estaban
húmedas, de los suaves labios vaginales brotaba abundante líquido que deslizaba
entre sus piernas y la cálida madera, llegando hasta el borde del caballo de
donde goteaba incesantemente.
Aproximándose
a la media hora humedeciendo las medias negras, la madera impregnada con su aroma goteaba más
que nunca. Su amado finalmente
asestaría el último nivel de vibración. No pasó mucho tiempo para que su
vientre cediera ante todo aquello, en los últimos instantes miró fijamente a su
amado que se puso frente a ella, su respiración repentinamente se aceleró,
cerró sus ojos y empezó a girar su cabeza hacia un lado y hacia el otro y de un
ahogado suspiro surgió un impresionante discurso de gemidos intensos y
extasiados, finalmente cruzó la línea de la cordura, los violentos espasmos del
orgasmo invadieron su cuerpo entero. Su espalda se arqueó hacia atrás en el punto más alto de su
explosión de placer, dejando sonar su collar de cascabel. Aquel dolor de todo el peso sobre su
sexo ya no molestaba, se había convertido en un celestial placer apasionado,
espiritual y carnal. Su amado protector también estaba extasiado. La
miraba retorcerse, se
excitaba en ver como todo su cuerpo ondeaba en ese vaivén de sensualidad. Se acercó a ella para sostenerla tras
aquella corrida que dejó empapado el caballo, la sostuvo hasta que las
contracciones de lujuria le dejaron agotada, con los ojos cerrados dejando caer
perezosamente su cabeza hacia atrás. Apagó el vibrador y le sostuvo firme entre
los brazos desnudos. Dejó caer besos en su cuello que parecía expuesto a
propósito para ello, besó su vientre que aún se contraía en espasmos musculares
por aquel derroche de placer. Le desató con cuidado y sosteniéndole entre los
brazos la bajó de su leal montura de madera. La madera donde había estado su
piel tierna ahora estaba empapada, el vibrador había quedado completamente
húmedo con los fluidos hirvientes de la chica, por toda la superficie de la
cuña del caballo a ambos lados había quedado su aroma y había goteado hasta
formar dos charcos que casi se unían en la madera pulida del suelo.
Aún
jadeaba cuando la recostó por fin en la cama, ella había hecho todo aquello por
la idea de su amado, lo había disfrutado, pero él pensó en que aún debía
aliviar la castigada región entre las aún atadas piernas. Se veía hermosa sobre
la cama. Pese a ya no estar sobre el caballo seguía atada, sus piernas se
abrían dejando su sensualidad al desnudo. Su amante dejó de lado sus ropas,
acercó la desnudez a su amada y empezó a limpiar su cuerpo mientras se reponía
de aquellas sensaciones embriagantes, limpió su piel desde arriba hasta abajo:
empezando en su frente y terminando en la punta de los dedos de sus piernas.
Sin
decir palabra, pues sabían que todo aquel momento hablaba por sí mismo el
amante complacido, se colocó sobre ella y disfrutaron un largo y profundo beso
que les incendió el corazón. Le apretujó aún más que las sogas entre sus
brazos, casi fundiendo ambos cuerpos. Despacio, muy despacio para no dañar su cansada piel extasiada
su amado entró en ella, abriendo paso en la caliente y húmeda cavidad, en su
interior. Aquella apasionada noche hicieron el amor por mucho tiempo, al ritmo
más lento y cariñoso de sus vidas.
El
éxtasis se extendió por el resto de la noche, desde ese momento hasta cuando
ella estuvo desatada y solo quedaban las siluetas de donde estuvieron las
cuerdas, ahora el abrazo era de su amado que la protegía entre sus brazos con
una sonrisa, terminó la dulce chica tendida sobre el cuerpo de su amado
descansando, dormitando en ese vaivén de amor que sus corazones pronunciaban.
Aquella noche, aquellos instantes, aquel caballo de madera quedaría en el
recuerdo de sus corazones, de cuando la vulnerabilidad y la protección se
fundieron en amor.
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